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La cultura del «copia-pega»

Leo en la red que la nueva tendencia (primavera-verano) para los docentes 2.0 es la de actuar como disc-jockeys de discoteca. La metáfora del DJ, la llaman. El párrafo que sigue lo he copiado de aquí:

(…) Al igual que los DJ que crean su “propia música” a partir de trozos o piezas de otros discos existentes (a partir de su  base de datos musicales o discoteca) creando una experiencia única para su audiencia en una sala de baile, el profesor debiera actuar (metafóricamente hablando) de modo similar seleccionando y mezclando piezas o unidades culturales que están distribuidas por Internet, pero que al mezclarlas en un mismo entorno digital generan una experiencia de aprendizaje específica para su grupo de alumnos. Es la cultura del remix aplicada a la educación donde el docente aparece como maestro de ceremonias o druida que mezcla adecuadamente los ingredientes culturales que habrán de ser experimentados por su alumnado.

Si de lo que se trata es de que el profesor busque contenidos y recursos de distintas fuentes para formarse si fuera preciso y elaborar materiales adaptados a los alumnos y al trabajo concreto que va a realizar, no tengo nada que objetar. De hecho, es lo deseable e imagino que es lo que los buenos profesores vienen haciendo desde mucho antes de que inventara la cosa del dos-punto-cero. La metáfora del DJ, sin embargo, no presupone necesariamente la elaboración de un discurso coherente sino que habla de mezclar piezas o ‘unidades culturales’ (sic). La diferencia no es trivial: el remix no tiene en cuenta las nociones de jerarquía y categorización. Y resulta que el conocimiento no es un puzle que se forma pegando trocitos de información deslavazada: para aprender hay que pensar y para pensar hay que ser capaz de ordenar las ideas de forma coherente. ¿De qué manera puede entonces un DJ ayudar al aprendizaje si no tiene en cuenta la propia idea de orden?

Me resulta paradójico que se hable de constructivismo y de «aprender a aprender» al mismo tiempo que se le da un valor desmesurado a la información, sobre todo si viene de Internet y se presenta en forma de fragmentos dispersos, estén o no previamente sampleados por el profesor-diyei.  Aunque en general creo que doy más importancia a los contenidos de lo que lo hace la pedagogía en boga, pienso también que uno de los objetivos más importantes de la escuela es el de ayudar a formar y ordenar ciertas estructuras mentales necesarias para pensar y asentar los aprendizajes, es decir, para entender el mundo buscando niveles profundos de significado. Y este es un objetivo que dificilmente se puede conseguir hilvanando retales de información. Por algo los griegos consideraban que la retórica, como disciplina que trata de expresar las ideas de forma coherente y ordenada, era un arte. No todas las ideas pueden ser condensadas en piezas. No necesariamente se puede tratar cualquier tema copiando y pegando fragmentos en  un «entorno digital de aprendizaje».

Además, me parece estupendo que un profesor tenga soltura en el manejo de las TIC pero limitarse al contenido que está en la red no es sino otra forma de empobrecimiento. Normalmente los que escriben libros sobre un tema dado profundizan más y son más rigurosos que los que lo hacemos en blogs (aunque hay bitácoras muchísimo más serias que trabajos pretendidamente académicos). Buscar en google es muy cómodo pero si despreciamos los libros de toda la vida  corremos el riesgo de que ocurran estas cosas. Y por último, en todo esto del profesor DJ hay una cuestión ética que quizás se nos escapa: copiar y pegar contenidos de la red no deja de ser una forma de plagio, por mucho que lo asimilemos a un  «maestro de ceremonias» que hace un «remix«. A veces nos olvidamos de que los contenidos de Internet los crea alguien – a menos que se hayan copiado y pegando previamente en un ciclo sin fin, claro –  y lo sano es reconocer, si no la autoría, sí al menos las fuentes. Cuando lo se quiere es educar en la llamada cultura digital, más que saludable es totalmente imprescindible.

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Un cuento triste

El otro día la maestra leyó a los niños de primero un cuento con el sugerente título de «Un culete independiente». Trata de un niño al que cada vez que se porta mal su mamá le pega en el ‘culete regordete’. Como el niño es muy travieso, el culo recibe mucho. Tanto, que un día se harta de tanto sufrir y decide independizarse. El niño cambia de actitud cuando se da cuenta de que vivir sin culo es complicado. Al final el culo regresa y colorín, colorado. El libro completo se puede leer por ejemplo aquí.

Portada de "Un culete independiente", un libro de José Luis Cortés, editado por SM (la imagen está extraída de tallerdecuentosjuandeherrera.blogspot.com)

Hay que reconocer que a los chiquillos les encantó la historia. Ya se sabe que todo lo que tenga la palabra ‘culo’ es un éxito asegurado (¿subirán las visitas al blog?). Sin embargo, no puedo dejar de pensar en lo desafortunado de un cuento que muestra como natural, bueno y gracioso que una madre le pegue a su hijo. No me considero una persona muy tiquismiquis. El exceso de corrección política, de hecho, me suele parecer una cursilada. Pero creo que este es un tema más serio. Me parece muy lamentable que el castigo físico, aunque sea en ‘el culete regordete’, se vea como algo normal y no como una manifestación momentánea de ira irracional, que es lo que debería ser, en caso de ser algo. Ya solo el dibujo de la portada me parece ofensivo por lo que tiene de humillante para un niño. No me gusta este cuento y el que se haya leído en la clase es una muestra más de incoherencia educativa. A ver con qué autoridad moral dices después que los conflictos hay que resolverlos hablando y no sé qué.

Últimamente todo me parece mal. Estoy empezando a preocuparme.

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No por mucho madrugar… se aprende más temprano

Uno de los colegios de más campanillas de mi ciudad, el Little Bell’s School (nombre figurado), tiene como marca de la casa que todos los niños aprenden a leer antes de los cinco años. También se dice bilingüe cuando el inglés que habla el profesorado – español – es del tipo «from lost to the river”, pero sería muy largo tratar ahora el tema del bilingüismo de medio pelo, que da para varios posts y algún que otro desmayo. Los responsables de este colegio, decía, se vanaglorian de que  todos los niños del Little Bell’s aprenden a leer en edad preescolar. Y tanto los padres como los maestros deben de estar orgullosísimos y felices de la hazaña de los pequeños lectores precoces; probablemente la mayoría de los niños no lo estén tanto. Es evidente que todos quieren lo mejor para sus hijos y se les enseña con la mejor voluntad del mundo. Ahora bien, en esta carrera de ver qué niño es el primero hay también mucho de competencia irracional. De todos es sabido que en muchos países europeos  los niños no aprenden a leer hasta que tienen unos 6 o 7 años y no solo no van más retrasados que los españoles sino que salen mejor parados en todas las pruebas objetivas posteriores (por ejemplo las del informe PISA) de modo que no se puede decir que la alfabetización temprana tenga alguna ventaja. El caso es que no sólo no se puede decir, sino que está demostrado que es contraproducente. He copiado lo que dice Maryanne Wolf a este respecto en su libro «Cómo aprendemos a leer”, del que ya he escrito en el blog y que nos habla, entre otras cosas, de los cambios que tienen lugar en los cerebros de los niños cuando aprenden a leer:

Leer depende de la capacidad del cerebro para relacionar e integrar diversas fuentes de información; en concreto, el área visual con las áreas auditiva lingüística y conceptual. Esta integración depende de la maduración independiente de cada zona, de las áreas asociativas correspondientes y de la velocidad a la que esas zonas pueden ser conectadas e integradas. Esa velocidad depende a su vez en buena medida de la mielinización de los axones neuronales. El mejor material conductor de la naturaleza, la mielina, forma una capa que envuelve los axones. Cuanta más mielina reviste el axón, con más rapidez puede la neurona conducir su carga. El aumento de la mielina sigue un calendario de crecimiento que difiere de una región a otra del cerebro (por ejemplo, lo nervios auditivos se mielinizan en el sexto mes del embarazo; los nervios ópticos, en el sexto después del parto).

Esquema de una neurona (extraído de fenexy.org)

Aunque cada una de las regiones sensoriomotrices está mielinizada y adquiere independencia funcional antes de los cinco años de edad, las regiones principales del cerebro de las que depende nuestra capacidad para integrar la información visual, verbal y auditiva con rapidez – como la circunvalación angular – no están mielinizadas por completo en la mayoría de los casos hasta los cinco años o después. El neurólogo del comportamiento Norman Geschwind sugirió que, en la mayoría de los casos, la mielinización de la circunvalación angular no se desarrolla lo suficiente hasta la edad escolar, esto es, entre los cinco y los siete años. Geschwind también sostenía la hipótesis de que la mielinización de estas regiones corticales esenciales era más lenta en algunos niños varones; tal cosa podía ser la causa de que haya más niños que tardan a leer con fluidez que niñas.  Nuestras propias investigaciones sobre el lenguaje [del Centro de Investigación del Lenguaje y la Lectura de la Universidad deTufts] han constatado que, hasta los ocho años, las niñas son más rápidas que los niños en la ejecución de tareas de nombrar cronometrdas.

Apoyan las conclusiones de Geschwind relativas al momento en que el cerebro del niño está suficientemente desarrollado para leer diversos hallazgos interlingüísticos. La investigadora británica especialista en lectura Usha Goswami hizo que me interesara en un fascinante estudio interlingüístico realizado por su equipo. En dicho estudio, sobre tres idiomas, descubrieron que los niños europeos que aprendían a leer a los cinco años lo hacían peor que aquellos que empezaban a leer a los siete. Lo que se deduce de esta investigación es que esforzarse demasiado en enseñar a leer a un niño antes de los cuatro o cinco años es biológicamente precipitado y potencialmente contraproducente en muchos casos.

Fotograma de "Matar a un ruiseñor" con Gregory Peck y Ann Badham (extraído de leofuchs.com)

Claro que, como nos recuerda la autora, al igual que en la vida, en la predisposición para la lectura hay excepciones como por ejemplo la niña Scout, la pequeña protagonista de «Matar a un ruiseñor” (un libro parcialmente autobiográfico de Harper Lee, absolutamente maravilloso; al igual que maravillosa y recomendable es la película basada en él con Gregory Peck en el papel de Atticus, el padre de Scout). En esta novela se cuenta con mucho humor como la profesora de Scout descubrió que la niña estaba ya alfabetizada cuando en su primer día de clase la oyó leer en voz alta la mayor parte de «Mi primera cartilla” y las cotizaciones bursátiles del «Mobile Register”. Tal descubrimiento dibujó un gesto de «algo más que un leve disgusto” en la cara de la maestra.  El caso es que a los niños como Scout hay que dejarlos leer porque ya están preparados para hacerlo y seguramente lo disfrutan; en cuanto a los demás, existen excelentes razones biológicas que explican que no es conveniente empeñarse en que aprendan a leer demasiado pronto.

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Proust y el calamar

«Cómo aprendemos a leer» es un libro interesantísimo sobre la historia de la escritura y sobre el proceso de cómo se aprende a leer. Es una pena que en la traducción al español no se haya mantenido su título original «Proust and the Squid¨ («Proust y el calamar») en referencia a los cambios neurológicos en la organización del cerebro que el propio acto de leer provoca, y que se empezaron a estudiar en analogía a los cambios en el sistema nervioso de los calamares. Su autora, Maryanne Wolf, es profesora de desarrollo infantil y neurociencia cognitiva de la Tufts University y directora del Centro de Investigación del Lenguaje y la Lectura. Lo que dice sobre cómo pueden afectar las nuevas tecnologías al aprendizaje de la lectura debe ser tenido en cuenta por todos los que de una u otra manera están involucrados en la educación de los más pequeños:

No pongo en duda la forma extraordinaria en que el mundo digital da vida a la realidad y la perspectiva de otras personas y culturas. Lo que sí me pregunto es si los lectores jóvenes típicos no consideran el análisis de texto y la búsqueda de niveles más profundos de significado como algo cada vez más anacrónico, a causa de lo tremendamente acostumbrados que están a la inmediatez y aparente globalidad de los datos que aparecen en pantalla, a los que pueden acceder sin que medie esfuerzo crítico y sin necesidad de ir más allá de la información recibida. Pregunto, por consiguiente, si nuestros niños están aprendiendo lo esencial de la lectura: trascender el texto.

(…)

Muchos estudiantes a los que les han salido los dientes accediendo con relativo poco esfuerzo a Internet puede que todavía no sepan pensar por sí mismos. Sus miradas se han estrechado a lo que ven y oyen con rapidez, y sin esfuerzo y tienen demasiadas pocas razones para pensar apartados de nuestras cajas tontas más flamantes y sofisticadas. Estos estudiantes no son analfabetos, pero tal vez nunca lleguen a convertirse en lectores expertos. Puede que durante esa fase del desarrollo lector en que la capacidad crítica es guiada, modelada, se practica y se pule, no hayan sido estimulados a explotar el súmmum del cerebro lector totalmente desarrollado: el tiempo para pensar por su cuenta.

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