Archivo diario: enero 27, 2013

Sobre la ortografía: una postura iconoclasta

La ortografía es el conjunto de normas que regulan la escritura de una lengua.  Estas normas son necesarias pero no conviene olvidar que se han establecido por convenio. Y tampoco que tienen una finalidad fundamentalmente práctica: en primer lugar facilitar la lectura de un texto y en segundo, como efecto secundario, señalar el estatus del que escribe.  Escribo esto a propósito de un debate – que empezó aquí y siguió aquí – donde se hablaba de la supuesta finalidad ética de la ortografía, en cuanto relación de amor con el lenguaje. Decían quienes defendían esta postura que escribir bien es un deber del que escribe y un derecho del que lee, que lo que importa en la ortografía es la atención al detalle, el respeto por la tradición cultural y la cortesía hacia el lector.  Yo creo que debemos escribir bien no sólo para hacernos entender sino por una cuestión estética y de respeto al lector, además de que la atención al detalle es importante  así que,  definitivamente, creo que la corrección ortográfica debería ser un objetivo básico de la educación escolar.  Pero no termino de estar de acuerdo con la idea de que la ortografía tenga una finalidad ética.

Esta tienda estaba en la calle principal de una ciudad mexicana donde viví un tiempo.

Tienda situada en la calle principal de una ciudad mexicana donde viví un tiempo. Esta es una buena «ocación» para poner la foto en el blog.

Primero por lo que respecta a las tradiciones. Las tradiciones  son buenas para actuar en ‘piloto automático’ porque dan una respuesta inmediata al trasmitir la experiencia de los que vivieron antes que nosotros. Nos ayudan a andar con cautela, como si alguien nos dijera ‘oye, piensa esto un poco que si la humanidad lleva siglos haciendo lo mismo, será por algo’. Y por supuesto tienen la ventaja de ser un saber compartido. Pero las tradiciones tienen el alcance que tienen y no está claro cuándo empieza una tradición y cuándo termina algo que simplemente se ha hecho repetidamente por alguna razón o sin ella. Es más, las normas ortográficas se deben a la tradición hasta cierto punto. No olvidemos que en última instancia las fija – y da esplendor – una comisión de supuestos expertos, de manera creo que bastante arbitraria. Aquí se recogen los cambios más importante de la última reforma, que yo ahora no sigo, aunque reconozco que me tendría que regir por las nuevas normas si me tocara enseñar.

Las dos posturas sobre la ortografía me han recordado a las diferencias entre los iconódulos y los iconoclastas. Los primeros veneran imágenes por considerarlas un recordatorio de realidades espirituales verdaderas que creen que éstas representan. Los iconoclastas, sin embargo, no atribuyen ningún valor sagrado a las imágenes y no le rinden culto o veneración. Yo soy iconoclasta de la palabra.  Conozco el maravilloso poder que tiene – la palabra es un poderoso soberano, que con un pequeñísimo e invisible cuerpo realiza empresas absolutamente divinas. En efecto, puede eliminar el temor, suprimir la tristeza, infundir alegría, aumentar la compasión, dijo Gorgias – pero no venero su forma, su ortografía. Un iconódulo de la palabra, por el contrario, ve virtud en la imagen. Igual que un sacerdote bendice una talla de madera que será venerada por los fieles, un académico “bendice” una norma a la que habría igualmente que rendir culto. Esta sacralización tiene el  peligro de hacernos confundir lo accesorio con lo importante,  el rito con la realidad, de dejarnos aplastar por la carga de la palabra. Cortazar en “Rayuela” usaba la hache, a través del personaje de Oliveira, a modo de penicilina contra la rigidez mental sobrevenida al atribuir cierto carácter sagrado al lenguaje:

En esos casos Oliveira agarraba una hoja de papel y escribía las grandes palabras por las que iba resbalando su rumia. Escribía, por ejemplo: “El gran hasunto” o “la hencrucijada”. Era suficiente para ponerse a reír y cebar mate con más ganas. “La hunidad”, hescribía Holiveira. “El hego y el hotro”. Usaba las haches como otros la penicilina. Después volvía más despacio al asunto, se sentía mejor. “Lo himportante es no hinflarse”, se decía Holiveira. A partir de esos momentos se sentía capaz de pensar sin que las palabras jugaran sucio.

Andrés Bello propuso una simplificación de la ortografía que fue seguida entre otros por Juan Ramón Jiménez aunque no tuvo apoyo académico. También Gabriel García Márquez dijo en este discurso: «Jubilemos la ortografía, terror del ser humano desde la cuna: enterremos las haches rupestres, firmemos un tratado de límites entre la ge y jota, y pongamos más uso de razón en los acentos escritos, que al fin y al cabo nadie ha de leer lagrima donde diga lágrima ni confundirá revolver con revólver. ¿Y qué de nuestra be de burro y nuestra ve de vaca, que los abuelos españoles nos trajeron como si fueran dos y siempre sobra una?» ¿Amaban menos el lenguaje que los académicos? Lo dudo. De hecho, podrían seguirse estas recomendaciones como ahora seguimos otras. Es un convenio, ni más ni menos, ni menos ni más.

Respecto a la enseñanza de la ortografía, siempre me ha llamado la atención que haya personas cultas y buenos lectores que siguen teniendo problemas con ella. Imagino que será una cuestión de memoria visual. A este respecto, comparto la opinión del autor de este maravilloso blog en el que a veces consulto algunas dudas:

Estoy convencido de que el problema de la mayor parte de las explicaciones ortográficas que manejamos es que son sencillamente irrelevantes. Durante miles de años los seres humanos se han servido de trucos mnemotécnicos que eran efectivos. La enseñanza tradicional incluía todo tipo de imágenes visuales, metáforas, rimas, canciones…, pero en las últimas décadas parece que hemos ido dejando arrumbadas estas formas sencillas, prácticas e incluso divertidas de aprender las cosas. Quizás vaya siendo el momento de desempolvar algunas y de ir inventando otras.

Editado (29/1/2013): he puesto una entrada en mi otro blog sobre un método para mejorar la ortografía: el dictado dibujado (Método Poz).

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