Libros de texto

Me he enterado de que en la televisión pública española se emite ahora un programa —»Entre todos», se llama— donde se dan a conocer los problemas de ciudadanos anónimos, a lo que supongo se prestan voluntariamente, con el fin de conseguirles ayuda económica. Se espera que esta ayuda venga de la gente corriente, gente que quizás sólo esté un poco menos necesitada que los que la reciben. En el artículo que leo sobre el tema encuentro lo siguiente: las ayudas que se piden son de lo más básico: ayuda para comprar libros de texto, para el comedor escolar de los niños, para comprar gasóleo para la calefacción del invierno, para reparar una casa que se muestra muy deteriorada, para montar una pequeña tienda de artesanía o un bar… Se podría escribir mucho sobre este tema pero yo me quiero detener en la siguiente frase: «las ayudas que se piden son de lo más básico: ayuda para comprar libros de texto.» ¡¿Libros de texto?! ¿Por qué se asume que los libros de texto son indispensables al mismo tiempo que se empuja a la caridad a quienes no los pueden pagar? ¿Cómo es posible que en un país donde se supone que la educación es universal y gratuita se obligue a las familias a comprar libros de texto y encima a precios desorbitados?

Yo creo que los libros —en general, no los de texto— sí son artículos de primera necesidad y, precisamente por eso, todos deberíamos tener acceso a ellos. Sin  caridad y sin chantajes, ni de las editoriales, ni de los responsables escolares. No es normal que niños de primero de Primaria, como ocurría el año que hice las prácticas, necesiten nada más y nada menos que diez libros de texto —¡diez!— de diferentes materias (en este caso: Lengua, Matemáticas, Conocimiento del Medio, Educación  Artística, Música, Inglés,  Lectura, Religión, uno con ejercicios de matemáticas y otro con ejercicios de lengua). No es normal pagar doscientos o trescientos euros en libros de texto para un niño de esa edad. ¿Por qué lo permitimos? A continuación voy a analizar algunas de las razones que se esgrimen para justificar este absurdo.

Biblioteca pública de Estocolmo. (Imagen extarída de http://es.paperblog.com)

Biblioteca pública de Estocolmo. (Imagen extraída de http://es.paperblog.com)

Los libros de texto son indispensables para aprender.

La familiaridad con los libros es indispensable para una buena educación, cierto. Obligar a comprar libros de texto por cantidades obscenas de dinero, a veces de dudoso contenido (aunque de formas innecesariamente lujosas) es bueno para las editoriales y cómodo para los profesores, pero no es ni mucho menos indispensable para el aprendizaje. Es curioso porque, a mi juicio, guiarse por un único y particular libro de texto va en contra del espíritu que se supone encarnan los libros. En España estamos acostumbrados a dar unos libros o unos apuntes y que haya que «aprendérselo» todo. Aunque siempre hay capítulos del libro que no da tiempo a «dar», se considera innecesario  —y hasta dañino— consultar fuentes de información diferentes a las proporcionadas por el profesor. Los libros, sin embargo, enriquecen la versión que éste nos cuenta y permiten cierta independencia de criterio. Es verdad que en la mayoría de los casos será muy dificil para un niño de primaria consultar diversas fuentes,  investigar, sintetizar y formarse así una idea más o menos completa de un tema dado. Ahora bien, resulta que estas habilidades son fundamentales en la formación de una persona así que se deben practicar desde que los niños son pequeños.

—Las editoriales tienen derecho a cobrar por su trabajo.

Es indudable que todo el mundo tiene derecho a cobrar por su trabajo. En principio no se debería culpar a las editoriales. En un sistema capitalista serio se supone que hay libre competencia de modo que los consumidores puedan elegir aquello que les sea más conveniente. Las editoriales que ofrecieran buenos productos tendrían el favor de los consumidores y las que no, estarían abocadas a mejorar o desaparecer. Sin embargo, el mercado de los libros de texto, como tantos otros, está desvirtuado en tanto que el consumidor final no es libre de elegir. El resultado es que, aunque los libros de texto son caros y en general no demasiado buenos, los padres están obligados a comprarlos. Y como los padres están obligados a comprarlos, los libros seguirán siendo caros y no demasiado buenos.

El problema no está en comprar libros sino en que hayan reducido las ayudas.

Si seguimos creyendo que la educación debe ser universal y gratuita, y si se considera que los libros de texto son imprescindibles, está claro que deberían ser proporcionados por la misma institución que paga las escuelas y los maestros. ¿No sería ridículo que una familia de pocos recursos fuera a la tele pidiendo dinero para pagar su parte proporcional del sueldo de los maestros de los niños? Pues igual de triste debería parecernos que los libros tengan que pedirse por caridad. Así que definitivamente en un problema que hayan disminuido las ayudas  destinadas a material escolar en todos los casos, y es francamente perverso que se las hayan quitado a personas sin recursos. Ahora bien, las autoridades deberían cuidar de que las editoriales ofrecieran un buen servicio y que sus beneficios fueran ajustados. De no ser así, estarían incurriendo en una grave irresponsabilidad haciendo pasar dinero público a manos privadas recibiendo muy poco a cambio. Esto es lo que ocurría hace unos años cuando los libros de texto estaban subvencionados.

El problema está en que hablamos de libros en papel. Cuando se generalicen los libros electrónicos nadie tendrá dificultades para acceder a ellos.

Por ahora no parece haber ninguna diferencia entre los libros digitales y los de papel más allá de la obvia del soporte físico, así que los problemas son los mismos en uno y otro caso, me parece.

Hay padres que no compran libros porque dicen que son muy caros y después se gastan muchísimo más en una televisión de plasma.

Ni el niño tiene culpa de que sus padres no compren libros, ni se puede obligar a nadie a gastar su dinero —cantidades importantes, además— en algo que el estado, no sólo debe garantizar, sino que es obligatorio (afortunadamente,  añado, pensando sobre todo en los niños sin libros pero con televisión de plasma). El argumento me recuerda al de aquellos que dicen que no dan limosna si creen que el que pide se la va a gastar en vino en vez de en comida. Lo mismo que el que da limosna toma libremente la decisión de dar, el que la recibe es libre de decidir en qué gastarla. No existe un umbral de pobreza por debajo del cual las  personas queden incapacitadas para tomar sus propias decisiones, por mucho que haya quien crea que sí, y por mucho que pensemos que gastarse el dinero en vino es una mala idea. En conclusión: que en este caso es irrelevante lo que hagan los padres con el poco o mucho dinero que tengan, porque los derechos de los niños deben estar garantizados en cualquier caso.

– Por mucho que discutamos al final lo de los libros es lo práctico. ¿Qué propones tú que te crees tan lista?

Se me ocurren algunas cosas. Por ejemplo, combinar el material creado por el maestro, que de esa manera sí va a estar adaptado a sus alumnos, con los libros de la biblioteca escolar. Me parece fundamental contar con una biblioteca en cada aula con libros de texto variados —y de distintos niveles, porque no todos los niños van al mismo ritmo—, de consulta y de lectura. Comprar treinta ejemplares de «Platero y yo» supone una inversión importante pero no es nada si se piensa que lo van a poder leer diez o veinte generaciones de niños. Decía Benjamin Franklin que carecer de libros propios es el colmo de la miseria. Yo diría, sin embargo, que el colmo de la miseria es carecer de bibliotecas.

También se podrían escoger los libros que se consideren necesarios, según criterios pedagógicos y no porque la editorial regale una pizarra digital y comprarlos a cargo del colegio para los alumnos (seamos honestos, un libro con sumas y restas no sólo no es necesario, sino que no viene nada mal que un niño que está aprendiendo a escribir escriba todos los números en un cuaderno y no sólo los resultados en el libro). Así, los mismos libros se podrían usar cinco o seis años, con el compromiso por parte de los padres de reponerlos en caso de pérdida o deterioro.


Me he acordado de que en el siempre recomendable blog de Pseudópodo se debatió un día sobre este tema y hubo comentarios muy interesantes. Se pueden leer aquí.

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6 Respuestas a “Libros de texto

  1. Anda que no llevo yo dando la vara con este tema tiempo. Otra vez es como si me hubieras leído el pensamiento. Incluso me «estrené» en twitter hace poco con una amarga discusión de besugos (de novata total) con algunas profesoras superconcienciadas de todo excepto de esto, al parecer.

    En algunos aspectos yo iría más allá que tú. Durante años y años (ahora menos porque no hay pasta) todo Ministerio, Organismo Autónomo culturá o Fundación pública de campanillas ha tenido su servicio de publicaciones, y hasta su editorial para jugar. Los sótanos administrativoshan acogido cientos de miles de ejemplares de libros invendibles, folletos petardos, y hasta de vez en cuando cosas buenas que no se han promocionado.
    ¿Qué les habría costado a Ministerio antes y Consejerías ahora tomar como obligación propia facilitar libros (materiales en general, que no tendrían por qué ir encuadernados como libros solamente) a los centros escolares, al menos en lso tramos obligatorios de enseñanza? Lo mismo que mandan pupitres, cuadros del Rey y otros implementos imprescindibles…
    Pues costaría mucho menos que lo que se han gastado en publicar lujosamente estupideces de toda clase, y muchíiiisimo menos de lo que cuestan los libros de texto de hoy.

    La coartada supongo que será «la libertad de cátedra», como si eso pintara algo en primaria o en mates, o como si los profesores ahora eligieran entre mucha oferta (ninguna, porque no eligen individualmente, pero tampoco la hay)
    El motivo de verdad es que hay unas pocas editoriales intocables para los partidos políticos por los grupos mediáticos que tienen detrás (en mi opinión).
    Y mientras había becas y parecia que se ataban lo perros con longanizas, no resultaba tan monstruoso (porque esa es la palabra, no es exagerada) que los libros de texto de la enseñanza obligatoria de dos hijos sean como el salario mínimo legal de un mes. Un mes del sueldo legal de referencia para pagar la enseñanza «gratuita» y obligatoria.
    Merecemos que nos vengan a dar una paliza a casa y nos la cobren encima, como decía la otra.

  2. Aloe, ya conocía tu opinión sobre este tema de otros foros y sabía que íbamos a coincidir en lo fundamental. No estoy muy de acuerdo, sin embargo, con dejar los textos escolares en manos de los servicios públicos de publicaciones, más que nada por miedo a que los preparen esos pedagogos (que me perdonen los buenos profesionales) que ni han visto un niño en su vida, ni tienen conocimientos en ningún campo. No sería difícil que esto ocurriera, visto lo visto. Sí creo que debería haber libertad de cátedra. Francamente, con los medios que hay hoy, creo que a ningún maestro le debería costar demasiado preparar material sobre cualquier tema, combinando libros de texto, de consulta y los miles de recursos que circulan en internet, algunos muy buenos, como los que están en la barra de enlaces del blog o, por ejemplo, esta página con actividades sobre astronomía que descubrí ayer. A ver, los críos podrían disponer de un archivador de esos de anillas (aquí los llamamos cartapacios, pero no sé si es una palabra de uso común) donde ir recogiendo los textos que les da el profesor y lo que van haciendo ellos, para ir formando así sus propios libros de texto. El método requiere más orden y cuidado por parte de los niños pero también es bueno fomentar estas cosas.

    Y desde luego que es escandaloso hablar de educación gratuita y que los libros cuesten un salario mínimo. En un país con un 27% de desempleados y más de dos millones de ellos sin ningún ingreso.

  3. Entiendo tu objeción, pero no sé si procede darle mucho peso.

    Ahora mismo, la capacidad de los maestros y profesores para elegir libro es entre mínima y nula: primero, porque elige el colegio o el departamento, segundo, porque la oferta es sota, caballo y rey, y tercero, porque algunas CCAA (o todas, no sé) exigen que las editoriales pasen por ventanilla a aprobar sus libros. Así que fíjate lo que eligen.

    En segundo lugar, la defensa de los buenos profesores contra los libros de texto (porque los consideran malos o porque prefieren otros modos de trabajar) es siempre la misma: escoger lo aprovechable del libro y prescindir de lo demás, o prescindir del libro entero.
    Y eso lo podrían seguir haciendo igual. Por mucha mala pedagogía que le queramos poner a un libro de matemáticas para 11 años, tendrá que tener sobre todo matemáticas y ejercicios, y peores que los de ahora sería difícil que fueran…

    En tercer lugar, una vez que tienes un material base gratuito para trabajar, es mucho más fácil modificarlo, compartir tus modificaciones, elaborar otras colaborativamente… no digamos si además de estar en papel, hoy día ya estuvieran colgados en internet en formatos editables, lo que sería facilísimo si no tienen derechos.

  4. Tu propuesta de que los materiales los busque el profesor y los alumnos los vayan uniendo y encuadernando también la he propuesto yo.
    La contestación que he obtenido es que eso es un curre de la leche para el profesor: el libro le da casi todo ese trabajo hecho.

    Por eso digo que si hubiera un texto de partida, con ese trabajo hecho, sería mucho más fácil modificar a partir de ahí, añadiendo y suprimiendo, con la libertad de no tener derechos de propiedad intelectual que andar esquivando todo el rato.
    La mayoría seguiría quizá sin aportar gran cosa, pero solo con la minoría que si lo haría, ya habría muchisimos buenos materiales ya probados, y hasta organizados, que incluso los profes menos activos tendrían a su disposición.

  5. Podría ser, Aloe, pero veo como están redactados los curriculum escolares en el BOE y me horripilo. Quizás me he vuelto demasiado prejuiciosa. En cualquier caso, está claro que lo que no falta es material. Y aunque el valor de los libros es incuestionable, hay vida más allá del texto escrito (esto es una reflexión para añadir elementos al debate, no que crea que tú pienses así). Por ejemplo, en el libro de matemáticas de primero de primaria venían fotos de objetos cotidianos (a todo color, con papel satinado) con las leyendas ‘linea recta’ o ‘línea curva’ según procediera. ¿No es más fácil y didáctico hacer lo mismo con cosas que tengamos a mano? Como este, podría dar mil ejemplos más.

    También hay que decir que hay gente que valora desproporcionadamente los libros de texto. Cuando hice las prácticas (fuente de anécdotas inagotable) aún se hablaba del conflicto entre los padres y una maestra ocurrido en el primer cuatrimestre (yo llegué en el segundo). Resulta que esta profesora decidió no pedir libros de texto a los alumnos pensando que ella podía proporcionar material más adecuado para sus clases. Pues bien, una mayoría de padres consideró que sin libros sus hijos iban a estar discriminados frente a los niños que sí los tenían y exigió que se trabajara con ellos. Después de mucha tensión, amenazas con denuncias a la inspección y no sé qué, la maestra acabó cediendo y los libros se encargaron ya con el curso empezado. Eso sí, los libros los compraba la consejería (ahora ese grifo se ha cerrado), un detalle importante para entender lo sucedido. Desconozco como eran las clases de la maestra ‘rebelde’ pero siempre me pareció la persona más preparada y razonable de las que había allí. El caso es descorazonador y no sé muy bien qué conclusión sacar.

  6. Pues que la supersticion de los libros de texto está grabada a fuego en varias generaciones.
    Si no fuera así, en las CCAA donde los pagan los padres ya habría tenido que haber insumisión masiva. Pero nos han ido metiendo en esos precios y ese abuso poco a poco, como en una secta: como a la proverbial rana a la que le calientan el agua poco a poco hasta que se cuece sin darse cuenta.
    Y donde los paga la CA, el razonamiento será del tipo «algo que da gratis la Consejeria ¿y a mi niño no?». Pues como la gente que se pone morada en los festolines oficiales, que parece que pasara hambre en su casa: es gratis, pues a hartarse y a arrimarse a codazos al bufé, aunque me salte la dieta y aunque no me guste demasiado.
    En fin, que el nivel educativo de los adultos es la piedra donde acabamos tropezando siempre.

    Vamos, que te sobra razón. Si no fuera así, no habríamos llegado a este punto. Abusan hasta donde nos dejamos.

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