Telefónica enseña y entretiene

Telefónica fue una empresa pública que el PSOE comenzó a privatizar y que remató el PP cuando en 1997 malvendió el paquete de acciones que el estado aún poseía y que equivalía al 20,9% del capital. Entonces era presidente Juan Villalonga, compañero de pupitre de Aznar en el colegio – para que después digan que ir al colegio no vale para nada –  quien se convirtió en uno de los ejecutivos mejor pagados del mundo. Fueron despedidas 15000 personas.

En el año 2009, cuando ya la crisis estaba asumida, Telefónica ganó 1.690 millones de euros, un 9,8% más que en el mismo período del año anterior, gracias a dos medidas principales. En primer lugar, una reducción de plantilla que mandó a casa a 700 trabajadores fijos y cuyas prestaciones de desempleo nos costaron a todos unos 30 millones de euros de nuestros impuestos. Y en segundo lugar, la externalización de servicios, que viene a querer decir que se empezó a subcontratar a subcontratados, generalmente de otros países, por salarios miserables. El servicio, claro, se ha resentido… pero pelillos a la mar.

Hoy la compañía opera en Europa, Latinoamérica y África pero es en España donde aplica las tarifas más altas. Más altas en términos absolutos, es decir, incluso más altas que en los países donde los salarios medios son mejores que los españoles. Y mientras la conexión ADSL es un 25% más cara que en el resto de Europa, es al mismo tiempo un 26% más lenta.

Telefónica cerró el año 2010 con unos beneficios record de 10.167 millones de euros, un 30,8 % más que en el año anterior, pero con todo va a despedir al 25% de su plantilla en España, o sea, unos 8500 empleados de Telefónica perderán su empleo en los próximos cinco años. Mientras tanto, el presidente de la compañía, César Alierta, se llevó 8,6 millones en efectivo y acciones en 2010. En la imagen (pinchar para ampliar) se muestra a un ejecutivo de Telefónica, competente digital, jugando a los marcianitos con una TIC mientras se discuten cosas importantes como a cuántas personas despedir (foto extraída del blog de Rosa María Artal).

Como han demostrado ser una empresa ejemplar, ahora tienen una fundación donde nos van a enseñar a todos como educar a las nuevas generaciones o, como ellos dicen, donde van a promover la mejora de la calidad de la educación a través de la incorporación de las TIC en los modelos pedagógicos (para captar clientela será). La verdad es que no sé qué es exactamente una fundación, pero supongo que con Fundación Telefónica la compañía se ahorra impuestos a cambio de realizar obra social y cultural en los países donde opera. ¿No sería mejor que ese dinero fuera a impuestos? En fin. De entrada, en la página de inicio del portal de educared, de esta fundación, se muestra el vídeo del llamado «musical de Edutify» donde por medio de unos números de teatro musical nos recuerdan lo guay que es la escuela 2.0 y lo poco que mola aprenderse las tablas de multiplicar de memoria (será que hay que ‘construir’ el concepto de multiplicación cada vez que queramos calcular a cuánto nos salen 12 petit suisses  sabiendo el precio del pack de 4). El vídeo en cuestión lo enlacé en el blog el otro día, pero como ya me he recuperado de los desmayos, no me importa enlazarlo otra vez. El caso es que no me gusta lo que veo. No me gusta que las modernas corrientes pedagógicas se hayan convertido en modas al servicio de los intereses económicos de una élite. Ni que los cambios que se proponen en la enseñanza estén supeditados al mercado. Aún no ha salido la Iglesia de las escuelas y ya está entrando Telefónica. Al menos los principios fundacionales de la Iglesia eran el amor y la paz… Telefónica no puede decir lo mismo.

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